lunes, 8 de febrero de 2010

omitir

Galileo sabía de la elegancia de la omisión.

Hablaba poco desde que había empezado a hacerlo.

Podía llegar a contar que había vivido en Alemania unos cuantos años.

Si la charla se extendía y el interlocutor le despertaba confianza, podía llegar a contar de sí mismo,qué era lo que estudiaba y más o menos por donde vivía (que por cierto era una zona paqueta y tradicional)

Con más tiempo se accedía a la información de una madre y un hermano y a un padre difunto desde épocas inmemoriales.

Eso era todo, lo que podía llegar a saberse por su boca ,nunca llegaba un milímetro más lejos.

Sobrio y callado.

Austero,casi avaro en vivir con alegría y optimismo ,algunas noches inspiradas ,podía hacerte mear de la risa.

Te daba la espalda y se ponía a relatar situaciones ficticias con personajes reales.

Una visión de rayos x para la cretinada de los amigos y conocidos que siempre se revelaba en una fiesta.

Te hacía reir hasta que te dolía la boca y la panza, te provocaba una cantidad de risa que te hacía dormir cansado toda la noche más unas dos horas más.

Pero siempre dándote la espalda,acurrucado en un rincón,susurrando en un microfono cuidándose de que nadie pudiera mirarlo a los ojos .

Era un escondedor nato y a la vez inspiraba confianza.

Estaba convencido que solo lograría la superación por medio de la autoflagelación.

Con ese fin estudiaba la carrera más hostil y difícil que pudo encontrar y lo hacía con devoción después de someterse a largas horas de gimnasia ,y corridas de kilómetros por sitios adversos. Como postre se regalaba subidas a los cerros y montañas, para que el paisaje le doliera en las piernas y en el aliento y nunca suspendía ni por frío ni por lluvia .

Era un autodidacta en el arte del autosacrificio.

Cuidaba su dieta , que de tan saludable ,horrible y dietética servía y bastaba para sospechar todo el odio que se tenía a si mismo.

Y la morocha era el placer

No hay comentarios:

Publicar un comentario