miércoles, 31 de agosto de 2011

Elena


Un día cualquiera ,cuando yo tendría alrededor de diez años,mi padre nos comunicó en una sobremesa sus deseos de comprar una casita de fin de semana.

Algo muy pequeño, dado que los bienes familiares eran escasos.

El plan ,tomado con alegría por todos nosotros,se convirtió en la maravillosa tarea de emplear los otrora lánguidos y aburridos fines de semana en la búsqueda de ese bien.

Hoy a la distancia, viendo las razones banales y las excusas por las que jamás compró propiedad alguna y conociendo profundamente a mi padre ,me permito sospechar de que nunca estuvo en sus planes compra alguna y que todo se circunscribió apenas a esa dicha vana de la búsqueda.

Una de esas veces ,fuimos a ver una pequeña casita en San Roque.

Era la casa de una pareja de ancianos.

La casa si bien era de humildad absoluta ,gozaba de todos los halagos que un dueño puede prodigar a una propiedad a la que ama profundamente y que la convierte en una belleza.

En este caso era una delicia pequeña ,de escasos metros ,pero que para mi admiración y fascinación ,sobre todo ,contaba hasta con el bonus de un sótano en el que el viejito guardaba vinos.

Los pareja buscaban canjear la casa por una en el centro ,en vista de que estando ambos muy ancianos la cercanía a un hospital se les hacía indispensable.

Eso aumentaba la dificultad de nuestra inútil y entretenida búsqueda.

Pero lo mejor de esta historia estaba por suceder.

A apenas dos cuadras de esta casa ,nunca mejor dicho soñada,vivía un tio de mi papá.

Un tio que hasta no poco tiempo atrás había ostentado el título de ser el solterón de la familia.

Para claudicar se había casado con una mujer anacrónica y extraña.

Mediaban los años setenta y recuerdo la imagen de la nobel casada como un ser de las películas de los cincuenta :pollera acampanada, la cintura estrangulada, el peinado duro de spray con bananita y la cara empolvada hasta el ridículo.

El tio de papá , entretanto ,tenía un bar y contaba chistes estúpidos sin parar, en su rol de anfitrión generoso y bienintencionado.

Como la búsqueda de la casa en el centro, que lograra reunir las condiciones de precio ,ubicación y agrado de los viejos se hacía cada vez más intrincada ,se repitió varias veces la visita a casa del tio Lito (así le llamaban) que quedaba de pasada en esas tardes de domingo abundantes en horas hasta el hartazgo.

Yo le prestaba mucha atención a Elena (así se llamaba la esposa del tio de papá).

Ponía una mesa exagerada en objetos.

Tacitas, mil platitos ,vasos,copitas ,posavasos ,servilleteros, servilletitas ,mantelitos,mantelotes,etc.

Lo que más me gustaba era que me trataba de ud.

Amaba eso de :“Adrianita,Ud siéntese allí al lado de su mamá y a su hermanito lo dejamos cerca del tio…”

Siempre me mostraba sus pequeños tesoros en las sobremesa de las opíparas meriendas.

Para los demás de seguro serían baratijas ,pero para mí que era una nena rara (para no decir fea,errónea y extraña ),eran interesantes.

Carpetas con exámenes de bordado, en su mayoría ,con diferentes dibujos hechos con peligrosas y finisimas agujas que lograban maravillosas texturas.

Algunos eran calados,otros monocromáticos, eran carpetas así de gordas que fueron adelgazando a medida que pasaron esos domingos.

Obviamente nunca encontramos la casa para los viejos y nunca tuvimos la de ellos,con su campito de acelgas en la tierra llena de salitre.

Dejamos de ver al tio Lito y su esposa.

Pasó un tiempo,largo,pero no tanto dado de que yo recuerdo que continuaba niña.

Tia Elena murió.

Por los murmullos,me enteré que se había suicidado

Habría estado, según se comentaba, sellando lo más que pudo (que fue suficiente) los orificios de la casa para que el gas ocupara todo el espacio.

Se tomo unas pastillas para dormir y se quedó impecable, empolvada horriblemente ,con su peinado cincelado y su cintura marcada con fuerza ,recostada de costado para no apoyar los zapatos en la cama lisa y prolija con una colcha de raso bordó.

Un primo de papá me trajo dias después una bolsita con mi nombre que contenía la carpeta de las pruebas de bordados y un misal .

La mercadería que me tocó en herencia evidentemente o no había sido requisada, o la revisación se limitó a oro o dinero.

El misal ,olía como no podía ser de otro modo a naftalina.

Tenía las tapas de nacar y unos brochecitos barrocos cerraban sus páginas.

El secreto fue develado al ser abierto el misal.

Elena ,durante años ,había recortado la parte interna de las hojas a un cm más o menos del borde,cosa de no desaparecer el filo de oro que se hacía normalmente en estos libros y había pegado en cada hoja una hojita con sus escritos.

Eran cuentos lúgubres,complicados,obscenos,de encastre complejo y divertido.

Terribles, ocultos ,peludos ,impúdicos ,líricos ,soeces ,calenturientos y jocosos.

Mierda! Me dije,cerrándolo nerviosa.

Con diferentes texturas,algunos con colores ,otros solamente blancos y muy difíciles y trabajados, fueron golosinas en mi adolescencia

Los conservo aun.

Me da mucho pudor darlos a la luz, como hice con mis escritos propios ,hasta dar con la certeza y la paz de que nunca nadie me lee .

Pero falta un poco de ánimo solamente y de borde dorado ,porque de transcribirlos entiendo que el borde dorado les quedaba bien.

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